Libres de la Lepra
Lucas 5: 13 “Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.”

Siempre he escuchado que la lepra representa el pecado en el ser humano, que nos aparta de vivir una vida plena en la casa del Padre. Esta enfermedad nos impide conquistar y vivir en nuestra tierra prometida, porque no podemos disfrutar de las bendiciones del Señor.

Hay diferentes clases de lepra, hablando en sentido figurado. La física es importante resaltar que, dura 2 años de incubación para luego aparecer la marca visible, pero en esta oportunidad, quiero hablar de una clase de lepra, la” lepra tuberculosa”; ella ataca los cartílagos y nervios, la parte más blanda y frágil del cuerpo, devora la sensibilidad, empieza a comerse todo internamente en el cuerpo físico y así mismo pasa en el cuerpo de Cristo. Entonces la lepra del pecado primero devora a los que más frágiles estamos, a los más blandos, los débiles, los que a veces no tomamos el tiempo para orar cada día, no hacer la lectura bíblica que debemos hacer cada mañana como mínimo, para ser fortalecidos en nuestro hombre interior, ser limpiados y renovados.

La falta de búsqueda de la presencia de Dios genera enfermedad espiritual, nos impide llegar a nuestra tierra prometida, porque hay soberbia, amargura, ira, enojo, frialdad, desamor, insensibilidad espiritual, retrasamos el avance y recibir todo lo que nuestro Abba quiere entregarnos para ser llenos de su gran amor.  

Hay lepra vieja que se ha incubado por años y que como no se ven las evidencias en la piel, pensamos que todo está bien y no es así porque todo empieza internamente, nuestros sentidos han sido contaminados, no hemos recibido la sanidad y la liberación completa de adentro hacia afuera, sino de una manera superficial porque el aceptar la sanidad de la lepra y el tener que raspar todas esas cáscaras que deja la lepra por la condición en que nos encontramos, duele y es más fácil tapar y seguir  cargando todo ese contrapeso que nos resta y que no nos deja florecer en el caminar con El Señor.

Es necesario sacar toda la amargura del corazón que nos han dejado las heridas añejas, o el maltrato que nos ha hecho doler el corazón; el abandono, el rechazo de nuestros padres, el hecho de crecer sin una mamá que siempre anhelamos o el tener un padre físico, pero ausente. Cada situación adversa vivida, va produciendo un daño interno que necesita sanidad interior y divina, liberación, soltar el pasado.  

La lepra se come los ojos, por tanto se pierde la visión y el olfato, porque perdemos el discernimiento espiritual, nos dejamos confundir, se pierde el sentido del oído y ni la dirección del Señor tenemos, nos desenfocamos del propósito, porque no escuchamos la palabra profética; se pierde el tacto, porque no hay sensibilidad espiritual. Al perder el oído, no oímos la voz de Dios, ya no hay equilibrio espiritual, se empieza a descuidar lo que le agrada a DIOS, la adoración, porque se pierde la sensibilidad espiritual.

Una perla valiosísima que encontramos en la palabra del Señor es la siguiente: Si tenemos o no tenemos, depende de cómo oímos. En Lucas 8:18 encontramos: “Mirad, pues, como oís; porque a todo el que tiene, le será dado; y a todo el que NO tiene, aun lo que cree tener le será quitado”.

¡Una excelente noticia! para ti y para mí, la cura para la lepra la encontramos en: Levítico 14:41 “Y hará raspar la casa por dentro alrededor, y derramaran fuera de la ciudad, en un lugar inmundo el barro que rasparen.”  El Señor quiere limpiarnos, lavarnos desde la cabeza a los pies, todo nuestro ser, para ser libres de la lepra del pecado y entrar a la dimensión del Espíritu, a lo sobrenatural de Dios y nos dice: “Quiero, se limpio.”

Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (LJN)

Leave a Reply

Your email address will not be published.