“Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.” (Mateo 26:42 RVR95).
RENDIRSE es someterse al dominio o voluntad de alguien o algo, dejando de oponer resistencia.
Se entiende por rendición, en términos militares, cuando soldados, naciones u otros combatientes dejan de luchar y eventualmente pasan a convertirse en prisioneros de guerra, ya sea esta como individuos o cuando se les ordene por sus oficiales.
La rendición es lo contrario a luchar. Por tanto, la rendición es lo contrario a la resignación, pues la resignación implica resistencia interna frente a lo que sucede. Cuando nos resignamos, dejamos de pelear en el nivel externo, pero juzgamos lo que sucede como indeseable. Debido a esto, la resignación no puede sino causar dolor, ya que es el resultado de juzgar que el momento presente está mal.
Rendirte quiere decir que vives este preciso instante sin juzgarlo, sin rechazarlo, y eso puedes hacerlo incluso mientras lo cambias. De hecho, cambiar las condiciones externas desde un estado de rendición es mucho más eficaz que tratar de modificarlas desde un lugar de juicio y resentimiento.
Jesús dijo que hay una puerta angosta y un camino angosto que lleva a la vida, también hay un camino amplio y así su puerta que conduce a la destrucción (Mateo 7:13-14). Las señales de advertencia no se ponen como una amenaza, sino por la seguridad de las personas. Las palabras de Jesús, el Nuevo Testamento y la Biblia en su conjunto, están destinados a mantenernos en el camino que conduce a la vida.
La rendición de Cristo lo llevó a la cruz, así nuestra rendición siempre nos llevará a la cruz. Cada vez que nuestra carne enfrenta la voluntad de Dios y optamos por bajar la cabeza rendidos a su Espíritu, nuestra voluntad se crucifica y Cristo es exaltado como Señor. Como lo expresa la autora Nancy DeMoss Wolgemuth en su libro Rendición:
– Cuando su carne quiera atacar airadamente y el Espíritu diga: «Revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros …» (Colosenses 3:12-13) baje la cabeza y ríndase a Dios.
– Cuando su carne quiera dar un informe crítico acerca de otro creyente y el Espíritu diga: «No hablar mal de nadie» (Tito 3:2) baje la cabeza y ríndase a Dios.
– Cuando su carne se sienta tentada a quejarse de sus circunstancias y el Espíritu diga: «Den gracias a Dios en toda situación» (1Ts 5:18) baje la cabeza y ríndase a Dios.
– Cuando su carne se levante en contra una autoridad que usted crea que no está siendo razonable y el Espíritu diga: «Sométanse por causa del Señor a toda autoridad humana» (1 P. 2:13), baje la cabeza y ríndase a Dios.
– Cuando su carne quiera herir a su conyugue, hijo o amigo que le ha herido y el Espíritu diga: «No paguen a nadie mal por mal» (Ro. 12: 17), baje la cabeza y ríndase a Dios.
– Cuando su carne quiera complacerse en fantasías sexuales y el Espíritu diga: » Bienaventurados los limpios de corazón» (Mt. 5:8) y: «Llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo» (2 Co. 10:5), baje la cabeza y ríndase a Dios.
Cada vez que usted y yo bajamos la cabeza aceptando la voluntad de Dios y rindiéndonos a ella, abrazamos la cruz y manifestamos al mundo el corazón de Cristo, el cual bajó la cabeza ante la voluntad de su Padre.
LG – Casa de Ref-ugio
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